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Cayo Cornelio Tácito.

familia Claudia y Julia, con las cuales había contraído es»trecho vínculo de afinidad; á un yerno tuyo, á un colega en tu consulado, y finalmente á uno que hacía siempre tu »parte en los negocios de la república. No es dado á nos»otres el juzgar quién es la persona á quien tú engrandeces »sobre las demás, ni las causas que te mueven á ello. Dado »te han á tí los dioses suma prudencia y juicio para todo, »y á nosotros nos han dejado la gloria y el descanso que »trae consigo el obedecer. En lo demás no consideramos potra cosa que lo que vemos delante los ojos, es á saber, la »persona a quien tú das las riquezas y las honras, y cuál »»es el que tiene en su mano los medios de aprovechar y »de destruir; y de que ambas cosas estuvieron en Seyano, »ninguno lo negará: las resoluciones escondidas del prín»cipe y lo que en secreto intenta, dado que no es lícito ni seguro investigarlo, es al fin afán perdido. No consideróis, »padres conscriptos, el último día de Seyano; considerad, »os pido, los diez y seis años antecedentes, cuando de tal »manera venerábamos á Satro y Pomponio, que se tenía á »gran reputación el ser un hombre conocido de sus porte»ros y de sus libertos. Infiero de aquí por ventura que á »todos indiferentemente aproveche esta ini defensa? No, »por cierto, antes digo que se le den sus justos limites y »excepciones, y se castiguen las asechanzas contra la re»pública y los consejos de muerte contra el emperador.

»Mas cuanto al deber y á la amistad, la misma intención, »¡oh César!, nos absolverá á nosotros y á tí.» La generosa constancia de esta oración, y el haberse hallado uno que representase lo que todos tenían en el corazón pudieron tanto, que añadidos á sus acusadores los delitos viejos, fueron todos castigados con destierro ó con muerte. Después de esto comparecieron otras cartas de Tiberio contra Sexto Vestilio, varón pretorio, carísimo á Druso, su hermano, cuando le acompañaba como uno de los de su cohorte. La causa de hallarse ofendido Tiberio de