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Los anales.—Libro VI.

pañero por escaparse de ser acusados de él: muchos lo haclan por asegurarse á sí mismos; pero á los más arrebataba la contagión, como suele una peligrosa y fiera pestilencia: y hasta Minucio y Serveo condenados, se reservaron para acusar con ellos á otros. Al mismo peligro llegaron Julio Africano, natural de Saintes, ciudad de la Galia, y Seyo Quadrato. No tengo noticia del origen de esta causa: aunque sé bien que la mayor parte de los escritores han dejado de escribir los castigos y los peligros de muchos, cansados de la gran abundancia, ó temerosos por ventura de que, así como para ellos eran materias pesadas y tristes, lo serían también para quien las leyese. Con todo, habiéndome venido á las manos algunas particularidades dignas de memoria, no me ha parecido dejarlas de notar, aunque veo que por otros han sido pasadas en silencio.

En el tiempo que fingidamente se habían retirado todos los demás de la amistad de Seyano, Marco Terencio, caballero romano, acusado de este delito, tuvo atrevimiento de confesarlo, hablando en senado así: «Por ventura será me»nos provechoso al estado de mis cosas el confesar la culpa »que el negarla; mas venga lo que viniere, yo me resuelvo »en decir que he sido amigo de Seyano, que lo deseé mu»cho ser y que me alegré infinito cuando llegué á serlo.

»Habíale visto compañero de tu padre en el gobierno de las »cohortes pretorias, y poco después ejercitar juntamente el de la ciudad y el de la milicia. Yo vela que los parientes »y amigos de Seyano eran promovidos á grandes cargos y »dignidades, y que no estaba ninguno seguro de la gracia »de César hasta tener la de Seyano: y en contrario, se me »representaban ante los ojos los que él aborrecía, azotados »de un continuo temor, miserables y tristes. No es mi in»tento servirme aquí del ejemplo de alguno; con mi peligro »sólo defenderé á todos los que no habemos tenido parte »en estos últimos consejos. Porque ollos y yo, ¡oh César!, no »honrábamos á Seyano el Volseno, sino á una parte de la