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Los anales.—Libro VI.

esta manera se salvó Régulo y se le dilató la muerte á Trión.

Quedó con esto tanto más aborrecido Haterio, cuanto él; entregado al ocioso sueño ó á las vigilias de sus lujurias, dado que por su bajeza de ánimo estaba exento de la crueldad del principe, andaba entre las rameras y los estupros maquinando con tanta mayor malicia la destrucción y ruina de los hombres ilustres.

Tras esto Cota Mesalino, autor de las más crueles sentencias y caído por ello en un arraigado y envejecido aborrecimiento, fué acusado de muchas cosas en la primer ocasión que se ofreció; y entre otras, de haber dicho que no sabía si Cayo César era hombre ó mujer; que comiendo con los sacerdotes el día del nacimiento de Augusta, había llamado á aquella cena novendial (1), y que doliéndose del gran poder que alcanzaban Marco Lepido y Lucio Aruncio, con quienes traía pleito civil, dijo: «Si ellos son defendidos del senado, yo lo seré de mi Tiberillo.» No se tardara mucho en convencerle con testigos de los principales de la ciudad, si por huir la instancia que le hacían no apelara para el emperador, de quien poco después llegaron cartas, en las cuales, en forma de defensa, contaba el principio de la amistad entre él y Cota y gran número de servicios que le había hecho; pidiendo que no se le atribuyesen á delito las palabras mal entendidas, ni la sencillez de los donaires de la mesa.

Fué notable el principio de esta carta, que comenzaba con estas palabras: «¿Qué os escribiré yo, padres conscriptos?, ó ¿cómo os escribiré?, ó por mejor decir, ¿qué dejaréde escribiros en estos tiempos? Los dioses y las diosas me hagan morir de peor muerte que la que pruebo cada día, si yo lo sé.» De tal manera se le convertían en tormentos sus sucesos y sus propias maldades. No en vano solía afirmar (1) Llamábase así al festín que se celebraba nueve días des pués de la muerte de un pariente ó de un amigo.