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Los anales.—Libro VI.

poco diversas, decían con particular exageración los Sitanos y los Casios, cuando de improviso Togonio Galo, queriendo ingerir la bajeza de su sangre con los nombres de semejantes personajes, se hizo oir con mucha risa; porque en su voto rogaba al príncipe que escogiese un número de senadores, de los cuales, sacados por suerte veinte, asistiesen armados en guardia de su persona todas las veces que entrase en el senado. Y no era maravilla, si había dado crédito á la carta de Tiberio en que pedía uno de los dos cónsules para poder venir seguro desde Capri á Roma. Con todo eso Tiberio, acostumbrado á mezclar donaires con los negocios graves, agradeció á los senadores aquella muestra de voluntad, y añadió: «Sepamos cuáles tengo de tomar ó cuáles dejar. ¿Serán siempre unos mismos ó írlos hemos mudando? ¿Serán de los que han gozado ya de los honores ó de los que aspiren á ellos? ¿De los senadores particulares ó de los magistrados? Donoso espectáculo será verlos cetir las espadas en el patio del senado. De mí sé decir que no me será gustosa la vida desde el día que me parezca necesario haberla de guardar con las armas.» Con estas palabras mortificó á Togonio, sin pasar adelante en anular su consejo.

A quien reprendió ásperamente fué á Junio Galión (1), porque votó que se permitiese á los soldados pretorianos que, en siendo jubilados, pudiesen asentarse en las catorce gradas del teatro: y preguntábale como si le tuviera presente: «Quién le mete á Galión con la gente de guerra, la cual de sólo el emperador debe recibir los mandatos y los premios? ¿Habrá hallado Galión por ventura lo que no supo hallar Augusto, sino es que como ministro de Seyano busca la discordia y la sedición, y so color de honores y premios estudia en granjear aquellos ánimos incultos y pervertir las costumbres militares?» Este fué el premio que tuvo Galión (1) Era hermano de Séneca.