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Los anales.—Libro V.

se mató. No pasó César á inculpar ó á injuriar al muerto, como hizo con Bleso, que le imputó de muchos casos infames y feos.

Tratóse después la causa de Publio Vitelio y de Pomponio Secundo. Vitelio era acusado de haberse ofrecido á abrir las arcas del tesoro público, como prefecto que era del erario, para pagar de aquel dinero á la gente de guerra, caso que se tentasen novedades; y á Pomponio inculpaba Considio, varón pretorio, de haber tenido tan estrecha amistad con Elio Galo, que castigado Seyano, se retiré como á segurísimo refugio á los huertos de Pomponio. Estando en este peligro, no se pudieron librar con otra cosa que con la constancia de sus hermanos, que se atrevieron á salirles fiadores. Vitelio después, enfadado de las contínuas prorogaciones, y no menos impaciente de la esperanza que del temor, pidiendo un cuchillo de cortar plumas, como para servirse de él en sus estudios, se picó ligeramente las venas, y con impaciencia y angustia de ánimo acabó la vida. Mas Pomponio, que era hombre de generosas costumbres y de nobilísimo ingenio, mientras sufre constantemente la adversidad de su fortuna, vivió al fin más que Tiberio.

Pareció después justo el proceder contra los hijos de Seyano, puesto que se iba resfriando ya la ira del pueblo, quedando muchos aplacados con los primeros castigos, y así fueron llevados á la cárcel el hijo, que no le faltaba del todo el conocimiento de lo que se pretendía hacer con él, y su hermanilla todavía tan simple, que por momentos preguntaba que á qué y á dónde la llevaban, que no lo haría otra vez, y que bastaban unos azotes. Escriben los autores de aquel tiempo, que porque era cosa nunca oída el quitar la vida con lazo y garrote á una virgen, se tomó por expediente que el verdugo las desflorase junto al mismo lazo.

Tras esto, ahogados aquellos cuerpecitos de tan tierna edad, fueron arrojados por las escalas Gemonias.