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Los anales.—Libro IV.

nenlos en sendas horcas. Olennio se escapó huyendo de la primer furia, retirándose después á una fortaleza llamada Flevo (1), donde con un buen presidio de Romanos y con federados se guardaban las riberas del Océano.

Avisado de esto Lucio Apronio, propretor de la Germanía inferior, y convocadas las banderas de las legiones de las provincias de arriba, con infantes y caballos escogidos de los auxiliarios, pasando el Rhin ambos ejércitos juntos, van sobre los Frisones; habiendo ya los rebeldes levantado el cerco de aquella fortaleza y vuelto á defender sus casas.

Apronio, pues, hechos puentes y calzadas sobre las lagunas y brazos de mar para pasar más cómodamente sus escuadrones gruesos, hallados entretanto los vados, envía la ala de caballos caninefates (2) y toda la infantería germana que militaba entre nosotros á dar en la retaguardia del enemigo. El cual, puesto en batalla, pone en huida dos escuadrones confederados y los caballos de las legiones enviados en su socorro. Entonces arrojan de delante tres cohortes á la ligera, después otras dos, y poco después, con más velocidad, nuevas tropas de caballos; fuerzas que todas juntas hubieran hecho mucho efecto, pero llegando por intervalos y unos después de otros, no sólo no bastaron á hacer volver el rostro á los que ya iban rotos, mas de los mismos que huían quedaban ellos también dasbaratados. Para cuyo remedio consigna lo restante de los confederados á Cetego Labeon, legado de la legión quinta, el cual, viendo las cosas reducidas á mal partido, envió á pedir socorro á las legiones. Entran de vanguardia en la refriega con valor los de la quinta, y rechazado el enemigo, rescatan las cohortes y los caballos, harto débiles por las heridas y cansados del trabajo. No siguió la venganza el capitán romano, ni (1) Hoy Hoorn.—Nota del T. E.

(2) Los Caninefates habitaban la parte occidental de la isla de las Batavos.