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Cayo Cornelio Tácito.

mismo tiempo á su nobleza y á su propia sangre. Hizo resistencia el senado, y deliberó que se aguardase al emperador, no hallándose otro refugio que el tiempo á tan urgentes males.

Mas César, habiendo dedicado sus templos por la provincia de Campania, aunque mandase por edicto público que ninguno se atreviese á interrumpirle su quietud, y pusiose soldados para impedir el concurso de los naturales del país, cansado con todo eso de los municipios, de las colonias y de todos los lugares situados en tierra firme, se escondió en la isla de Capri, apartada del promontorio de Sorrento espacio de tres millas de mar: agradándole aquel puesto, á lo que creo, por la soledad; porque el mar entorno, privado de puerto, no recibe sino bajeles pequeños, ni era posible arrimarse alguno sin ser descubierto por las guardias. Gozaba de un cielo templado y agradable en el invierno á causa de tener los montes opuestos al impetu del viento, y en el verano el estar vuelta aquella isla al Favonio, con el mar libre y abierto por todas partes, y el gozar de la vista de aquel agradable seno, antes que el monte Vesubio con sus cenizas mudase la forma de aquellos lugares, la hacían extremadamente apacible y amena.

Es fama que los Griegos poseyeron toda aquella tierra, y que fué poblada la isla de Capri por los Teleboyos (1). Ocupábase Tiberio en el edificio de doce casas de placer, y cuanto antes atento á los negocios públicos, tanto ahora empantanado en sus deleites y perdido en el ocio infame.

Duraban todavía las sospechas y la temeridad en darles crédito: las cuales Seyano, acostumbrado á acriminarlas en Roma, las iba procurando hacer mayores con la persecución, no ya encubierta, contra Agripina y Nerón, no sólo teniéndoles cerca soldados que registrasen como anales todas sus acciones, con quién platicaban, quién entraba (1) Eran, según Estrabón, un pueblo de Acarrania.