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Los anales.—Libro IV.

pueblo romano, acordando como habían enviado armadas, no sólo en ayuda de las guerras extranjeras, pero cuando las padecía la misma Italia. Que fueron los primeros que edificaron templo á la ciudad de Roma en el consulado de Marco Porcio, cuando verdaderamente era grande el pueblo romano aunque mucho antes de haber llegado al colmo de su grandeza, floreciendo todavía Cartago y en Asia muchos reyes poderosos. Llamaban también por testigo á Lucio Sila, cuyo ejército, hallándose á mal partido por el rigor del invierno y faltándoles á los soldados vestido con que cubrirse, llegada la nueva á Esmirna mientras los ciudadanos estaban juntos á parlamento, todos los que se hallaron presentes, desnudándose sus propias vestiduras, las enviaron al punto á las legiones: con que pedido el voto á los senadores, fucron preferidos á los demás.

Aconsejó Vivio Marso que á Marco Lepido, á quien había tocado el gobierno de aquella provincia, se diese un legado más que los acostumbrados para que se encargase del templo. Y porque Lepido por su modestia rehusó el hacer la elección, fué sacado por suerte Valerio Nason, de dignidad pretoria.

Finalmente después de haberlo bien pensado y diferido muchas veces la ejecución, César se va á Campania so color de edificar en Capua un templo á Júpiter y otro en Nola á Augusto; aunque lo más cierto por ausentarse de Roma. Yo, aunque siguiendo la mayor parte de los escriLores, he atribuído á Seyano la causa de esta retirada, todavía al ver que después de haberle hecho morir continuó por otros seis años más (1), me hace pensar algunas veces que fué pensamiento suyo para encubrir con el retirado secreto de los lugares de su habitación sus actos crueles y sensuales, que desenfrenadamente ejercitaba.

(1) Tiberio salió de Roma en 779 y murió en 790 (30 de J. C.): así, pues, su ausencia duró once años.