Página:Los Anales de Cayo Cornelio Tácito. Tomo I (1890).pdf/247

Esta página no ha sido corregida
229
Los anales.—Libro IV.

zcs de las mismas murallas y de otros edificios. A éstos animaba la esperanza de la victoria ya en las manos y la vergüenza de perderla; á aquéllos ponía coraje el ver que consistía su salud en pelear con valor; y á muchos la presencia de sus madres, de sus mujeres y su llanto. La noche servía á unos de ejercitar su atrevimiento, y á otros de disimular su temor: los golpes eran inciertos, las heridas improvistas: el no discernir amigos de enemigos, los ecos de las voces entre aquella quebrada de montes, haciéndose sentir engañosamente, como si vinieran por las espaldas, lo confundían de manera todos, que los Romanos desampararon una parte de los reparos, creyendo tener ya dentro á los enemigos. Con todo esto no pudieron pasar de ellos sino muy pocos: los otros, habiendo sido muertos ó heridos los más feroces, y descubriéndose ya la luz del día, fueron seguidos hasta dentro en la fortaleza, que últimamente fué forzada á rendirse junto con los lugares y puestos comarcanos. A los más, para no ser expugnados por fuerza ó por sitio, aprovechó el anticipado y riguroso invierno del monte Hemo.

Mas en Roma, estando ya revuelta la casa del príncipe para comenzar á dar su curso á la destrucción de Agripina, fué acusada Claudia Pulcra, su prima hermana, por Domicio Afro. Este, constituido poco antes en el oficio de pretor, hombre de poca reputación y pronto á hacerse famoso con cualquier género de maldades, la acusaba de crimen de impudicicia, especificando haber cometido adulterio con Furnio, y de haber usado de hechicerías y encantamientos contra la persona del príncipe. Agripina, mal sufrida siempre, y entonces mucho más por el peligro de su prima, se va á Tiberio, y hallándolo acaso que sacrificaba á su padre, tomando de aquí ocasión para desfogar su enojo: «¿Qué pro»porción, dijo, tiene el adorar á Augusto con perseguir á »sus descendientes? Aquel divino espíritu no se ha transportado á las estatuas mudas; mas su verdadera imagen,