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Cayo Cornelio Tácito.

• 226 CAYO CORNELIO TACITOy al rey Remetalce con las ayudas de sus vasallos que se conservaban en fidelidad. Reforzado con estas gentes, Sabino va en busca de los enemigos, que puestos ya en las estrechuras de los bosques, y descubriéndose muchos de los más atrevidos por los collados, fueron con facilidad rotos y puestos en huída á la llegada del ejército romano, con poca sangre de aquellos bárbaros, á causa de la retirada vecina. Fortificados después los alojamientos con buen golpe de soldados, ocupa la cima de un monte estrecho igualmente y llano hasta la cercana fortaleza, guardada de mucha gente armada, pero sin orden, y al mismo tiempo arroja contra los más atrevidos, que con alegres cantos y saltos á su modo se mostraban delante de los reparos, una banda escogida de sus arqueros; los cuales, mientras tiraron de lejos sin peligro, hirieron á muchos, mas queriéndose llegar demasiado, cargando con impetu los enemigos, los pusieran en desorden á no ser socorridos por la cohorte Sicambra, á quien el capitán romano tenía de resguardo cerca de allí para en semejante accidente: soldados no menos espantables que los enemigos, por sus voces y cantos (1) y por la forma de sus armas.

Después de esto arrimó Sabino el campo junto al enemigo, dejando á los Tracios, que, como dije, venían con nosotros, en los primeros alojamientos; permitiéndoles que todos los días pudiesen correr la tierra quemando y prendiendo, con tal que á las noches se retirasen al puesto y allí reposasen con seguridad y buena guardia. Hiciéronlo al principio; mas después, dejándose caer en disolución y cebándose en las riquezas, comenzaron á desamparar sus puestos, y darse á banquetes y borracheras, con que del todo se entregaron al vino y al sueño. Descubierta, pues, por los enemigos su negligencia, pusieron á punto dos (1) Alusión al bardito ó canto de guerra de los Germanos, y á su costumbre de acompañar dicho canto golpeando los escudos con sus armas.