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Cayo Cornelio Tácito.

Pruso al tribunal de prefecto de Roma, para tomar con buen auspicio la posesión de aquel magistrado (1), poniéndosele delante Calpurnio Salviano para acusar á Sexto Mario, fué Salviano reprendido públicamente de César, y á esta causa condenado después á destierro. A los Cizicenos, inculpados públicamente de haber tenido poca cuenta con el culto del divo Augusto, añadidos delitos de violencia usados con ciudadanos romanos, se les quitó la libertad que merecieron sosteniendo el sitio en la guerra de Mitrídates, y ayudando con su constancia á las fuerzas de Lúculo para echar de allí á aquel rey. Fonteyo Capitón, procónsul que había sido de Asia, fué absuélto, averiguandose que sus culpas habían sido inventadas falsamente por Vibio Sereno, el cual no fué castigado, conservándole más seguro el aborrecimiento universal: porque los acusadores famosos eran tenidos como sacrosantos; los menores y de menor cuantía, éstos sí que eran sujetos al castigo y á las leyes.

En este tiempo la España ulterior envió embajada al senado por licencia para poder edificar un templo á Tiberio y á su madre, como se había concedido á los de Asia.

Con cuya ocasión, César, harto constante de suyo en menospreciar las honras excesivas que se le ofrecían, parellamaba las ferias latinas. Asistían á ellas todos los magistrados de Roma, desde el emperador hasta el último de los tribunos; y durante su ausencia quedaba gobernando la ciudad el llamado prefecto de Roma á causa de las ferias latinas, cuya autoridad acababa con la fiesta, que duraba al principio uno sólo, y más adelante tres días.

(1) Todos los magistrados en el primer día que tomaban posesión de sus destinos se ensayaban en negocios de poca monta.

Dábase á esto el nombre de auspicari, porque este ensayo era como tomar los auspicios. Y como éstos hubieran podido ser turbados por asuntos graves ó criminales, este motivo, unido á la incompetencia de esa magistratura efímera y á las ideas religiosas que consagraban las ferias latinas á la paz y á la concordia, debía hacer que los Romanos se enojasen contra la bárbara prisa que se daba en aquella ocasión Salviano.