Página:Los Anales de Cayo Cornelio Tácito. Tomo I (1890).pdf/229

Esta página no ha sido corregida
211
Los anales.—Libro IV.

su efecto las leyes y se pondría la república en precipicio.

«Destrúyase, decía, del todo la justicia, si habemos de privarnos de los ministros que la guardan.» Así los acusadores secretos, linaje de hombres nacido para pública ruina, nunca bastantemente refrenados con penas, eran entonces acariciados con premios.

Entre tantos y tan continuos casos de tristeza 'parece que se interpuso éste ce algún gusto, es á saber, que Cayo Cominio, caballero romano, convencido de haber hecho versos en vituperio de César, alcanzó perdón á instancia de un hermano suyo, senador; de que resultaba tanta mayor maravilla, cuanto conociendo Tiberio lo mejor, y cuán dignas de alabanza eran la clemencia y benignidad, seguía de ordinario todo aquello que podía ocasionar tristeza y desconsuelo. Porque él no pecaba por ignorancia; ni posible disimularse del todo, cuando con verdadera ó fingida alegría se celebran las acciones de los emperadores.

Y lo que es más, él mismo, que en las otras cosas se hallaba como embarazado en sus razonamientos y siempre con palabras repugnantes y contrarias entre sí, cuando se trataba de beneficiar y socorrer á alguno, hablaba mucho más libre y desenvueltamente. Pero tras esto, tratándose de Publio Suilio, que había sido tesorero de Germánico, convencido de haber tomado dineros por juzgar, y condenándose por ello á destierro de Italia, declaró César que se entendiese haberle de cumplir en una isla, con tanta alteración de ánimo, que juró interesarse en ello el bien de la república. Tomóse ásperamente entonces este rigor, aunque después le aprobó la edad siguiente, la cual vio perdonado al mismo Suilio, hombre venal y favorecido del emperador Claudio, de quien con mucha prosperidad gozó de larga amistad y privanza, pero nunca bien. La misma pena se dió á Cato Firmio, senador, por haber perseguido á una hermana suya propia con falsas acusaciones de majestad. Cato, como he dicho, fué el que hizo caer en sus