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Cayo Cornelio Tácito.

ruina de Silio, el cual por espacio de siete años había gobernado gruesos ejércitos, ganado en Germania las insignias triunfales, y quedádose victorioso en la guerra contra Sacroviro, era cierto que había de causar tanto mayor terror y asombro cuanto se viese caer de más alto. Creye—ron algunos que le dañó su poca prudencia, pues llegó á jactarse impertinentemente de que sus soldados se habían conservado en obediencia, mientras los demás se amotinaban, y que si hubieran hecho lo mismo no fuera Tiberio emperador. Parecíale con esto á César que se le menoscababa su fortuna, hallándose incapaz de satisfacer á tan gran mérito. Porque los beneficios son aceptos hasta aquel grado que se puede recompensar; mas en excediendo mucho, en lugar de gratitud se pagan con aborrecimiento.

Era mujer de Silio Sosia Gala, á quien el príncipe quería mal por la voluntad que le mostraba Agripina. Resuelto, pucs, el derribar á estos dos, dejando el tratar de Sabino para otra ocasión, movieron á este efecto el ánimo del cónsul Varrón, para que, so color de cierta enemistad qué su padre tuvo en tiempo con Silio, se hiciese ministro de los odios de Seyano, sin reparar en el vituperio que de ello se le seguiría. Y como el reo pidiese alguna dilación hasta que el acusador acabase el tiempo de su consulado, lo contradijo César, diciendo: «que otras muchas veces se había visto llamar los magistrados á juicio á gente particular; que no era justo cercenar la autoridad del cónsul, con cuya vigilancia se provee á la salud de la república procurando evitarle daños y peligros.» Fué esta acción muy propia de Tiberio, cubrir las maldades nuevas con la gravedad de palabras antiguas. Y así con gran encareci miento, como si se procediera contra Silio por virtud de las leyes, ó como si el tener enojado al cónsul Varrón fuera delito contra la república, quiso que se juntasen los senadores: y callando el reo, ó hablando para quererse defender, nunca podía esconderse la mano de quien con tanta