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Los anales.—Libro IV.

dote, y Cayo Graco, acusados de haber socorrido con trigo al enemigo Tacfarinas, fueron absueltos. Este Graco fué llevado siendo niño por su padre Sempronio á su destierro en la isla Cercina (1), donde, criado entre foragidos y personas ignorantes de las artes liberales, dió después en ganar su vida mercadeando y trocando vilísimas mercadurtas en las provincias de Sicilia y África. Mas no por esto pudo huir los peligros que suele traer consigo una gran fortuna, porque á no ser ayuda da su inocencia por Elio Lamia y Lucio Apronio, que habían tenido el proconsulado de África, por su desventurada nobleza hubiera sido arrebatado de los infortunios de su padre.

Hubo también en este año embajadas de algunas ciudades de Grecia, pidiendo los de Samo para el templo de Juno y los de Coo para el de Esculapio la confirmación de los antiguos privilegios de asilos y franquezas. Los Samios se fundaban en un decreto de los Anfictiones, á quien principalmente tocaba el juzgar de todas las cosas en tiempo que los Griegos, después de haber edificado ciudades por la Asia, poblaban aquellas costas marítimas. No era menor antigüedad la que alegaban los Coenses, por quien abogaban también los méritos del lugar y del templo, en el cual recogieron y salvaron las vidas á muchos ciudadanos romanos, cuando por orden del rey Mitridates cran hechos morir cuantos se hallaban en todas las islas y ciudades de Asia. Después de esto, tras varias quejas en vano y gastos hechos por los pretores, propuso César que se reprimiese la desvergüenza de los histriones, mostrando que en público no cesaban de ir intentando cosas encaminadas á sodición, y en secreto inuchas deshonestidades, feas y escandalosas. ¿Quién creerá, decía él, que esta raza de gente: (1) Había sido desterrado á la isla de Cercina, en la costa de Africa, por sus relaciones criminales con Julia, hija de Augusto.