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Cayo Cornelio Tácito.

en silencio la voz publicada por tan constante en aquellos tiempos que aun hoy en día vive; y es que Seyano, después de haber instigado á la maldad á Livia, granjeó también deshonestamente el ánimo de Ligdo, eunuco, el cual por la edad y por la hermosura del rostro era muy caro á su señor y ocupaba gran lugar entre los mayores ministros. Que este Ligdo, después de haber sido admitido en la conjuración y después de haber señalado el lugar y el tiempo de dar el veneno, llegó á tanto atrevimiento que emprendió echar toda la culpa á Druso, y para conseguir su intento por este camino, advirtió á su padre que se guardase del primer vaso en que se le traería la bebida comiendo con su hijo. Y que engañado con este aviso Tiberio, tomando el brebaje lo presento á Druso, el cual, bebiendo con alegría juvenil y sin género de sospecha, hasta esto la ocasionó mayor; como si por miedo ó por vergüenza hubiera querido tomar para sí la muerte que tenía aparejada para su padre.

Estas cosas contadas por el vulgo, fuera de que ningún autor las confirma, se pueden también refutar prontamente. Porque ¿cuál fuera el hombre de mediana prudencia, cuanto y más Tiberio, cursado en tantos negocios, que sin oir las defensas de su hijo, de su propia mano y sin espacio de poderse arrepentir le diese la muerte? ¿Por qué no antes de atormentar al ministro del veneno, obligándole á declarar el autor y tomar tiempo y dilación, acostumbrándose dar á los extraños, antes de quitar la vida á un hijo solo que tenía, no culpado hasta entonces en alguna maldad? Mas porqne Seyano era tenido por inventor de toda suerte de maldades, por la afición entrañable que César le tenía, y por el aborrecimiento universal contra los dos, todas las cosas por grandes y fabulosas que fuesen eran creídas: acostumbrando, fuera de esto, á traer siempre consigo, la fama cosas atroces, en las muertes de los grandes príncipes. Verdad es que la orden de aquella traición,