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Los anales.—Libro IV.

re á Apicio, rico pródigo, con diferentes artificios después se hizo tan caro á Tiberio, que siendo para los demás cerrado y fingido, para sí solo le hizo incauto y descubierto; no tanto por su sagacidad, pues con las mismas artes fué vencido, cuanto por ira de los dioses contra la grandeza romana, para cuya ruina igualmente vivió y murió. Fué vigoroso de cuerpo, de ánimo atrevido, encubridor secreto de sus faltas y público fiscal de las ajenas, igualmente adulador y soberbio, de fuera ostentativo, de dentro codiciosfsimo: á esta causa unas veces largo y suntuoso, otras todo industria y vigilancia; virtudes no menos dañiosas que los vicios cuando se fingen para tiranizar el estado.

La autoridad del prefecto de los pretorianos (1) no era muy grande antes de él; mas acrecentóla con reducir las cohortes pretorias, antes esparcidas por la ciudad, á estar juntas en los alojamientos, para que pudiesen ser mandadas, y para que con el número, con el valor, y con verse y comunicarse entre sí tomasen ánimo para ellos y le quitasen á los otros. Alegaba que la soldadesca esparcida se distrae, y unida puede servir en las ocurrencias repentinas, y conservarse más disciplina de dentro de los reparos y fuera de los regalos de la ciudad. En acabándose de fortificar los alojamientos comenzó á ganar poco a poco los ánimos de los soldados, visitándolos, llamándolos por sus nombres, y juntamente á nombrar él los tribunos y centuriones, sin abstenerse de granjear con ambiciosas pláticas las voluntades de los senadores, haciendo dar á los amigos (1) El número de los pretorianos fué en su origen de nueve ó diez mil, pues andan discordes acerca de él Tácito y Dion, divididos en nueve ó diez cohortes. Vitelio los aumentó hasta diez y seis mil. Este cuerpo subsistió aumentando ó disminuyendo en número bajo el mando de los diferentes emperadores, según buscaban éstos un apoyo ó en ellos ó en las legiones.

Constantino los licenció, y mandó destruir el campamento permanente que tenían en Roma.