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Cayo Cornelio Tácito.

tad; atadura fortísima y necesidad precisa de callar. A cuya causa, pidiendo la dilación de algunos días, renunció las defensas, atreviéndose á enviar á César un memorial, y en él una mezcla de quejas y de ruegos.

Tiberio, para hacer más excusable su pasión y ejecutar con mayor color lo que maquinaba contra Silano, alegando ejemplos en semejante caso, mandó recitar ciertos escritos de Augusto y el decreto del senado hecho contra Voleso Mesala, procónsul de la misma Asia. Pidió tras esto su parecer á Lucio Pisón, el cual, después de haber engrandecido la clemencia del príncipe, votó que se le debía prohibir el agua y el fuego y desterrarle á la isla de Giaro. Siguieron este voto los demás, salvo Gneo Lentulo, que fué de parecer que se apartasen los bienes maternos de Silano, como nacido de otra madre, y se diesen á su hijo; y Tiberio lo aprobó.

Mas Cornelio Dolabela, continuando más á la larga su adulación, después de haber reprendido las costumbres de Silano, añadió: «que ninguno de vida deshonesta ni manchado de infamia pudiese sortear gobierno de provincia, y que el conocimiento de esto se dejase al príncipe: porque si bien quedaba á cargo de las leyes el castigo de los delincuentes, era mayor piedad para ellos y para las provincias el prevenir que no los hubiese.» Discurrió en contrario César, diciendo: «que sabía muy bien lo que se decía de Silano, mas que no se debían hacer establecimientos por la opinión del vulgo, porque muchos se habían gobernado en sus provincias, algunos peor de lo que se esperó y otros mejor de lo que se temió de ellos. Que á unos anima á ser mejores la grandeza de los mismos negocios que traen entre manos, y á otros los incita á lo contrario, sin que pueda el príncipe con su ciencia comprenderlo todo; á quien en ninguna parte está bien el dejarse llevar de la ambición ajena: que la causa por que se hicieron las leyes sobre el hecho, fué por la gran incertidumbre que tiene lo porvenir,