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Cayo Cornelio Tácito.

N 176 CAYO CORNELIO TACITOcensores (1), se levantaban á porfia para votar cosas nefandas y exorbitantes. Escriben algunos que Tiberio todas las veces que salía de palacio (2), solía decir en griego estas palabras: «¡Oh hombres aparejados y prontos á sufrir la servidumbre!» Como recibiendo él mismo, que no temía cosa más que la libertad pública, particular enfado por tan ab: tida paciencia en aquellos ánimos serviles.

De estos actos indignos y deshonestos pasaban poco á poco á otros perniciosos y peligrosos. Cayo Silano, que había sido procónsul de Asia, llamado á residencia por los de su provincia, fué acusado también por Mamerco Escauro, consular, Junio Oton, pretor, y Brutidio Nigro, edil, de haber violado la deidad de Augusto y menospreciado la majestad de Tiberio. Aprovechándose Mamerco de ejemplos antiguos, alegaba como Lucio Cota había sido acusado de Scipion Africano, Sergio Galba de Catón Censorino (3), Pu(1) Tácito llama á esta clase de senadores pedarii, acaso porque en la votación los que no habían ejercido ninguna magistratura curul no podían hablar hasta el fin, y por lo común daban su voto pasando, pedibus eundo, al lado de aquellos á cuyo parecer se adherian." (2) El escrúpulo de no emplear esta palabra latina, en el día tan admitida, e de anado, veces en querer españolizarla debería traducirse por palacio dels las traducciones españolas de los antiguos clásicos de si se habla del lugar donde celebra sus juntas el senado ó de la morada de los emperadores. Y sin embargo, el que mostraba tener reparo en usar las palabras curia y triunviros, etc., ¡cuántas veces emplea voces latinas sin necesidad, ya que podía hallarlas más propias y castizas en en nuestra lengua!

(3) Acusado Galba por Scribonio Libo, tribuno de la plebe, y por Catón el Censor, de haber degollado á traición millares de Lusitanos, fué absuelto por el senado, á pesar de haber confesado su crimen y de la elocuencia y autoridad del rígido censor.

Por desgracia para la república, pudo salvarse de aquel degüello Viriato, el cual se encargó de vengar con muerte de millares de Romanos la infamia cometida con sus paisanos y la buena fe ultrajada, y que de aquella traición salió la guerra llamada de Viriato, «terror de Roma».