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Los anales.—Libro III.

Lus primeros á comparecer fueron los Efesios, alegando que Diana y Apolo no eran naturales de Delo, como vulgarmente se cree; antes bien había en su tierra una selva llamada Ortigia, junto al río Cencrio, donde Latona, cercana al parto y arrimada á un olivo, que aun permanece, parió á aquellas deidades. Que por orden de estos dos dioses se consagró aquella selva; que el mismo Apolo, después de haber muerto los cíclopes, evitó en este lugar la ira de Júpiter; que poco después el padre Libero, victorioso en la guerra de las amazonas, perdonó á todas las que con humildad pudieron acogerse al altar, que la ceremonia de este templo había sido aumentada con permisión de Hércules, cuando era señor de Lidia, sin que durante el imperio de los Persas se les menoscabase su derecho, el cual, observado después por los Macedones, lo había sido también por nosotros.

Siguieron luego los Magnesios, que se ayudaban de ciertos estatutos de Lucio Scipión y de Lucio Sila, los cuales habiendo el primero vencido al rey Antioco, y el segundo á Mitridates, honraron el valor y la fe de los Magnesios confirmándoles el poder gozar de inviolable y perpetuo refugio en el templo de Diana Leucofrina. Lo3 Afrodisios y Estratonicenses presentaron después un decreto de César, dictador, por sus antiguos méritos durante las guerras civiles, y otro nuevo del divo Augusto. Fueron estos loados también de haber sostenido, sin mudar de fe para con pueblo romano, las invasiones de los Partos. Los Afrodisios mantenían la religión de Venus, y los Estratonicenses la de Jupiter y Diana. Les de Hierocesarea tomaban el agua de más lejos, es á saber, que tenían dedicado el templo de Diana Pérsica desde el tiempo del rey Ciro; haciendo mención de Perpena, de Isáurico y de otros nombres de generales de ejércitos, que no sólo al templo, pero á media legua alrededor, habían concedido la misma santidad. Los de Chipre vinieron después con sus tres templos; el más