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Cayo Cornelio Tácito.

soberbias, lamentando todos que se hubiesen reducido las cosas á tal término, «que un mozo de tan poca edad, tras haber recibido una honra tan grande, no se dignase de visitar los dioses de Roma, entrar en el senado, y comenzar sus auspicios en la ciudad á donde había nacido. ¿Tiénele por ventura, decían, ocupado la guerra, ó hállase en lugares apartados? Basta que pasee por las riberas y lagos de Campania. Esto es lo primero que se le enseña al que ba de gobernar el mundo; estos son los primeros documentos que aprende de su padre. Cánsese enhorabuena el viejo emperador de la vista de sus ciudadanos, y excúsese con su mucha edad y con los trabajos pasados. Mas Druso ¿qué disculpa tiene ni qué impedimento, sino sola su arrogancia?» Mas Tiberio, atendiendo á establecerse en el principado, dejaba á los senadores alguna apariencia de la antigüedad con remitirles las peticiones de las provincias. Crecía por momentos en las ciudades de Grecia la licencia de edificar áltares y lugares de refugio para huir el castigo. Henchianse los templos de los esclavos más disolutos, y hallaban el mismo socorro los adeudados en daño de sus acreedoresy los indiciados en delitos capitales. Ni había fuerzas bastantes para reprimir las sediciones de los pueblos, los cuales defendían las maldades de los hombres como ceremonias divinas. Á cuya causa se resolvió en el senado que las ciudades enviasen embajadores con la información de sus derechos. Algunas que falsamente se habían usurpado este privilegio, dejaron de enviar. Muchas se fiaban en la antigüedad de aquellas supersticiones y en sus méritos para con el pueblo romano. Grande y magnífica fué verdaderamente la apariencia de aquel día, en el cual el senado reconoció los beneficios de sus predecesores, las convenciones de los confederados, los decretos de reyes que vivieron antes de la grandeza romana, y hasta las religiones de los nismos dioses; y esto con el poder y libertad de conservarlas ó mudarlas como cuando habia república.

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