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Cayo Cornelio Tácito.

costumbres del mozo, sin exceder los límites de la verdad.

Es á saber: «que era casado y que tenía tres hijos; que se hallaba en la propia edad que se halló él cuando fué por Augusto nombrado para aquel oficio; que no se podía decir que era antes de tiempo, habiendo adquirido la experiencia de ocho años, quietado las sediciones, apaciguado las guerras, triunfado y tenido dos veces la dignidad de cónsul; y finalmente, que le metía á la parte en los trabajos, como quien tan bien los conocía.» Tenían ya los senadores entendido mucho antes este lenguaje, y así fué tanto más exquisita y premeditada la adulación; si bien no por esto supieron inventar más que estatuas á los príncipes, altares á los dioses, templos y arcos, y semejantes otras cosas acostumbradas; sólo Marco Silano, con injuria y afrenta de la dignidad consular, pidió que se hiciese un nuevo honor á los príncipes, proponiendo que en los actos y notas para memoria de los tiempos lanto particulares como universales, no se escribiese más el nombre de los cónsules, sino el de aquel que tuviese la potestad tribunicia. Provocó notablemente á risa Quinto Haterio con proponer que los decretos hechos aquel día se escribiesen con letras de oro y se fijasen en palacio; no pudiendo sacar aquel viejo otro premio que su infamia, por tan haja y vergonzosa adulación.

Entre estas cosas, prorrogado el gobierno de la provincia de Africa á Junio Bleso, Servio Maluginense, flamine dial, pidió el concurrir al de Asia, negando ser verdad la voz que corría de que no era lícito á los flamines diales (1) el salir de Italia, y alegando «que no tenía en esto (1) Dábase el nombre de flamen á todo sacerdote romano destinado al servicio de una divinidad, de la cual tomaba la denominación así, por ejemplo, llamábase Dial al que lo era de Júpiter, Marcial al de Marte, Quirinal al de Rémulo. El traje pontifical del flamen era la lana sujeta con un broche á la garganta, un palo de olivo y el gorro llamado apex que remataba en una especie de mazorca ó copo de lana. Los pontifices se dis-