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Los anales.—Libro III.

»reprenden estas demasías y se les desea remedio; mas si »ven que otro hace la ley y establece penas, ellos mismos »dirán á voces que se trastorna la ciudad, que se encara el tiro á los que viven con mayor esplendor, y que ninguno »quedará sin que se le pueda echar este agraz en el ojo. Si »»las dolencias del cuerpo envejecidas y aumentadas con »largo espacio vemos que no se pueden sacar de él sino »con violentos y, ásperos remedios, ¿cómo se curarán el »enfermo y el que causó la enfermedad, siendo todo un »fuego de deseos desordenados, sino con medicamentos »mucho más fuertes que su propia concupiscencia? Tantas »leyes inventadas por nuestros mayores, y tantas instituí»das por el divo Augusto, las primeras con el olvido, y las »segundas, lo que es más de sentir, anuladas con el me»nosprecio, han asegurado más los excesos y los desórde»nes: porque si lú apeteces lo que aun no está prohibido, »sólo estás con miedo de que no se prohiba; mas si traspa»sas sin castigo las cosas vedadas, perdido has del todo el »temor y la vergüenza. ¿Por qué reinaba ya en otro tiempo la parsimonia? Porque cada cual trataba de moderarse á »sí mismo; porque todos éramos ciudadanos de una ciudad; »porque, señoreando solamente á Italia, no teniamos los »incentivos y estímulos que hoy tenemos. Mas ahora, con »»las victorias extranjeras, nos habemos enseñado á gastar »y consumir la hacienda ajena, y con las civiles la propia.

"¡Qué pequeñuela cosa es ésta que nos anionestan los edi.

»les, y si se ha respecto á las demás, cuán digna de esti»marse en poco! Mas no veo, por Hércules, que haya quien »se queje de ver que Italia necesita de ayudas forasteras, y »que el sustento y la vida del pueblo romano penden de la »incertidumbre del mar y de las tempestades de los vien»tos. ¿Por ventura si los ejércitos que residen en las pro»vincias no defendiesen á los amos, á los criados y á los »campos, defendernos han nuestros jardines y nuestras »casas de placer? Estas cosas son, padres conscriptos, de