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Cayo Cornelio Tácito.

armas que secretamente había mandado labrar. Halláronse entre todos 40.000 hombres, los 8.000 armados á la manera de nuestros legionarios, los demás con venablos, alfanjes y otras armas de las que suelen usar los cazadores. Añadió á esta gente cantidad de esclavos destinados para gladiatores, los cuales conforme al uso de aquel país van de pies á cabeza cubiertos de hierro: llámanse éstos crupelarios (1), á cuya causa, así como van seguros de ser heridos, así también son inhábiles para herir. Era aumentada esta multitud por el favor de las ciudades vecinas, que aunque no descubiertamente, ayudaban con particular afecto á los rebeldes; y no menos las diferencias entre los capitanes romanos, que con ambición fuera de tiempo, altercaban sobre quién sería cabeza en aquella guerra, hasta que Varro como más viejo y más débil cedió el lugar á Silio, más mozo y más robusto.

En Roma en tanto, no sólo los Treveros y los Eduos, sino sesenta y cuatro ciudades de las Galias se decía haberse rebelado, que habían hecho liga con los Germanos, y que las Españas vacilaban, teniéndose, como es propio de la fama, á todas estas cosas por mucho mayores de lo que eran. Los buenos se dolían del trabajo de la república: muchos por aborrecimiento del estado presente y deseo de mudanza, se alegraban hasta de sus propios peligros, culpando á Tiberio de que durante aquel movimiento universal gastase los días y las noches en recibir memoriales de acusaciones. «¿Comparecerá, decían ellos, por ventura en el senado Julio Sacroviro, acusado de majestad? Llegado es ya el tiempo en que han de venir hombres que con las armas hagan cesar las cartas escritas con sangre: no será mal trueque el de una honrada guerra por una paz mise(1) Palabra céltica empleada por los Galos para designar una clase particular de hombres que combatían, como los gladiado res, cubiertos de pies á cabeza de una armadura completa.

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