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Los anales.—Libro III.

traición hasta poderla ejecutar más á su salvo. Entre los cuales fué visto pelear en favor de los Romanos á Julio Sacroviro con la cabeza descubierta, para mostrar, según decía, su valor; mas los prisioneros afirmaron después que no lo había hecho sino por darse mejor á conocer y evitar las heridas de las armas arrojadizas. Consultáronse estas cosas con Tiberio y no hizo caso de los primeros avisos, y con su larga suspensión alimentó la guerra.

Atendía en tanto Floro á ejecutar sus designios y á persuadir á una ala de gente de á caballo levantada en los Treveros debajo de nuestra milicia y disciplina, á que matando los mercaderes romanos, comenzasen la guerra; y ganó las voluntades de algunos, quedando los más en fe. Otra cantidad de gente baja, falidos y endeudados, acompañados de sus clientes y secuaces, tomó las armas y se encaminaban hacia la selva Ardena si no se lo impidieran las legiones enviadas de ambos ejércitos por diferentes caminos de orden de Viselio y Cayo Silo. Julio Indo, de la misma ciudad que Floro, aunque su enemigo y á esta causa más deseoso de honrarse de él, enviado delante con gente escogida, acabó de deshacer aquella desordenada muchedumbre. Floro, burlando á los vencedores deseosos de su prisión, y retirándose á ciertos escondrijos, á causa de verse tomados todos los pasos, con su propia mano se quitó la vida. Este fué el fin que tuvo el tumulto de los Treveros.

En los Eduos fué tanto mayor la conmoción, cuanto la ciudad es más opulenta, y cuanto se hallaban más lejos las fuerzas para reprimirla. Augustoduno (1) es la ciudad capital de aquella gente, de la cual con sus cohortes armadas se apoderó Sacroviro, y de los hijos de la gente más noble de las Galias, recogida allí á estudiar las artes liberales, para con esta piedad ayudarse del favor de sus padres y parientes, y al punto distribuyó entre aquella juventud las (1) Hoy Autun.—Nota del T. E.)