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Cayo Cornelio Tácito.

ella y con la llegada de la legión se acabó de ganar la victoria. No es mi intento dar á este suceso nombre de batalla, no muriendo en ella sino gente vagabunda y medio armada, sin pérdida de una gota de sangre nuestra.

En este mismo año comenzaron á rebelarse las ciudades de las Galias oprimidas de deudas; de que fué en los Treveros fiero estímulo Julio Floro, y entre los Eduos Julio Sacroviro, iguales en nobleza y en merecimientos de sus mayores, á cuya causa se les concedió el privilegio de ciudadanos romanos, que se daba raras veces y sólo en premio de virtud. Estos, con secretas plátieas juntando los más atrevidos, ó los que por pobreza ó por miedo de sus maldades se hallaban necesitados á cometerlas, juntan en uno, Floro los Belgas, y Sacroviro los Galos vencidos, y en las juntas y secretos conventículos procuraban encaminar los ánimos á la sedición, discurriendo de la continuación de los tributos, del gran exceso de las usuras, de la crueldad y soberbia de los presidentes, y que los soldados, sabida la muerte de Germánico, habían comenzado á discordar entre sí: mostraban el tiempo cómodo para cobrar su libertad, hallándose ellos en su flor, la Italia deshecha, el vulgo de Roma vil por el ocio y no menos inhábil para la guerra, sin haber otra cosa de algún valor sino los extranjeros.

Con esto no hubo apenas ciudad alguna que no quedase inficionada de esta semilla de sedición. Los primeros á rebelarse fueron los Andegavos y los Turonenses (1): á los Andegavos refrenó Acilio Aviola, legado, con ayuda de la cohorte que estaba de presidio en León. Les—de Tureyna fueron rotos por los legionarios que envió Viselio Varro, legado de la Germanía inferior, con orden de estar a la del mismo legado Aviola, á quien acompañaron también algunos de los más principales Galos, deseando disimular la (1) Los de Anjou y los de Tours.—Nota del T. E.