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Los anales.—Libro III.

pocas cosas de su matrimonio, diciendo: «que muchas veces conviene á los principes ir á visitar hasta los lugares más apartados del imperio, y las que el divo Augusto había ido acompañado de Livia al Oriente ó al Occidente, ya que él había ido también al llírico, y si el caso lo pidiese, iría nt más ni menos á otras; mas no siempre con el ánimo quieto si le había de ser forzoso el dividirse de su amada mujer, de quien tenía tantos hijos. Así, fué rechazado el consejo de Cecina.

LOS ANALES.—LIBBO III.

En el siguiente senado Tiberio, después de haber por indirectas reprendido á los senadores de que dejaban todos los cuidados á cargo del príncipe, nombró á Marco Lépido y á Junio Bleso para que el senado proveyese en uno de ellos el proconsulado de África. Oyéronse entonces los discursos de ambos á dos, excusándose Lépido con su poca salud, con la edad de sus hijos y con tener una hija para casar: entendiéndosele á más de esto mucho mejor lo que callaba, es á saber, que siendo, como era, Bleso tio de Seyano, forzosamente había de ser más favorecido. También hizo Bleso como que se excusaba, aunque mostrando menos resolución que Lépido: con todo eso fué oído con gran aplauso por los aduladores.

Después de esto, las quejas conservadas en los corazones de muchos salieron finalmente á luz. Habfase introducido una licencia á los más ruines de decir injurias y vituperios á gente noble y virtuosa, con sólo el refugio de poderse asir á una estatua de César (1). Y hasta los libertos y esclavos, atreviéndose á decir malas palabras y aun amenazar & señores y patronos, comenzaban ya á hacerse temer. Sobre lo cual Cayo Cesio, senador, discurrió diciendo: «que verdaderamente los príncipes están en la tierra en lugar de los (1) No sólo se aseguraba la impunidad a los que se refugiaban cerca de la estatua del emperador reinante, sino hasta á los que tenían una imagen suya en las manos.