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Los anales.—Libro III.

torban muchas veces la paz con su excesos y disoluciones, y la guerra con su temor, reduciendo la ordenanza romana á una semejanza del marchar bárbaro; que este sexo es no solamente flaco y poco apto para los trabajos, pero si se le deja la rienda, cruel, ambicioso y deseoso de mandar; huélgase de marchar entre los soldados y de tener á su devoción los centuriones: testigo Plancina, que no se avergonzaba de presidir á los ejercicios militares de las cohortes y á las decursiones de las legiones (1): que lo pensasen bien y hallarían que de todas las quejas de residencia, las culpas principales se imponen de ordinario á las mujeres, á causa de arrimarse á su favor de ellas losmás ruines de las provincias; que emprenden todos los negocios y los concluyen á su voluntad; que son necesariasdos cortes y dos tribunales, siendo las mujeres mucho más obstinadas y rigurosas en sus mandatos: las cuales, antiguamente puestas en regla por las leyes Oppias y otras (2), limados ya los hierros, no habían parado hasta tomar la superintendencia de las cosas, de los negocios y de los ejércitos.

Fueron ofdas estas cosas con aprobación de pocos, y muchos las reprobaban y contradecían, tanto por no haber sido hecha proposición, como por no parecerles Cecina digno censor de cosa de tanto momento. Tomó, pues, la mano Valerio Mesalino, hijo de Mesala, en quien vivía la imagen de la elocuencia de su padre, y respondió: «que (1) Decursiones eran ciertas reseñas ó alardes que, armados de todas armas, hacían cada semana los soldados romanos.Nota del T. E.

(2) La ley Oppia fué promulgada en el año 541 de Roma, durante la segunda guerra púnica, por el tribuno C. Oppio. Por ella se prohibía á las mujeres poseer para su uso más de media onza de oro, llevar vestidos de varios colores y hacerse llevar por Roma ó á mil pasos de distancia de ella en carruaje tirado por caballos, como no fuese para ir á los sacrificios públicos.

Esta ley fué revocada en 559 á pesar de la oposición de Catón, entonces cónsul.