Página:Los Anales de Cayo Cornelio Tácito. Tomo I (1890).pdf/169

Esta página no ha sido corregida
151
Los anales.—Libro III.

se más soñoliento y para poco. Viviendo Mecenas, fué la segunda persona y después la primera de quien se confiaron los más intimos secretos de los emperadores, y uno de los que supieron de la muerte de Postumo Agripa. En l'egando á la vejez, retuvo más la apariencia que la fuerza de la privanza del príncipe, como sucedió también á Mecenas: cosa fatal que la privanza de corte sea raras veces durable; quizá porque los príncipes se avergüenzan de haber acabado de dar todo lo que pueden, ó los privados se empalagan viendo que no les queda ya más que desear.

Sigue el cuarto consulado de Tiberio, y el segundo de Druso, memorable por la compañía de padre é hijo; porque dos años antes tuvo Germánico el mismo honor con Tiberio, no tan amable al tío, ni tan conforme á su naturaleza.

El cual, al principio de este año, so color de recrearse y mirar por su salud, se retiró en el país de Campania; mas, á la verdad, él pensaba continuar por mucho tiempo aquella ausencia de Roma, quizá porque Druso, faltándole el padre, ejerciese sólo los negocios del consulado; y casualmente una cosa bien ligera, aunque después fué ocasión de notable contraste, la dió al mozo para hacerse bienquisto con el pueblo. Domicio Corbulon, varón pretorio, se quejó en el senado de Lucie Sila, mancebo notable, porque en el espectáculo de gladiatores no le había dado su lugar. Tenía de su parte Corbulon la edad, la costumbre de la patria y el favor de los senadores más viejos: en contrario, Mamerco Escauro, Lucio Aruncio y otros parientes de Sila abogaban por él. Contendióse con largas oraciones, contando ejemplos antiguos en que con gravísimos decretos se habían castigado los desacatos juveniles, hasta que Druso comenzó á discurrir sobre la materia con tanta discreción y razones tan acomodadas á quietar los ánimos alterados, que Mamereo, tio y padrastre de Sila, facundísimo orador de aquella edad, se resolvió en dar satisfacción á Corbulon. El mismo Corbulon, exclamando después que por negligencia