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XIV

XIV Dicen los que no lo entienden que es obscuro, sentencioso, afectadamente conciso y hasta de mal gusto el estilo de Tácito, y que la lengua adolece en él de no leves defectos.

Sin duda por eso los gramáticos ciceronianos del Renacimiento tenían cuidado de apartarle de las manos de sus discípulos. Realmente Tácito es un escritor más admirable que imitable: por fortuna, sus defectos no son contagiosos.

¡Pluguiera á Dios que la concisión, aun seca y ruda, viniera á sustituir en las literaturas modernas á tanta inútil y laxa palabrería! Es rico de sentencias Tácito; pero las va entretejiendo con tal habilidad en el hilo de la narración, que parecen una misma cosa con ella, y estas sentencias son casi siempre verdaderas y profundas, como deducidas de la observancia de la vida y no de vanos sistemas. Pocas veces caen en el lugar común, y cuando así sucede, las salva lo acerado y enérgico de la expresión.

En Tácito, el estilo es tan inseparable del hombre, que hasta sus defectos de excesiva elipsis y obscuridad parecen naturales, y se le perdonan, porque aquella expresión ha nacido para aquel pensamiento. Obscuro suele ser, pero más por lo profundo de las ideas que por lo ceñido del lenguaje.

Lo que na lie negará es que, sin pecar de árido, es preciso como pocos. Enemigo de toda vana pompa, nos da más ideas que palabras, mérito el más gran grande y raro de un escritor.

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