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Los anales.—Libro II.

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125 por poderse afirmar en ella las cosas con mayor certeza.

No trató Tiberio de oponerse á estas falsas nuevas hasta que el tiempo las desvaneciese, y sabiendo el pueblo la verdad, como si se le arrebataran de nuevo, lo lloró más amargamente.

Fueron hallados ó decretados los honores á la memoria de Germánico, según que cada cual se hallaba rico de invención ó de amor para con él. «Que su nombre se cantase de allí adelante en los versos saliarios (1); que se le pusiesen sillas curules (2) en el teatro, en el lugar dedicado á los sacerdotes augustales, y encima de ellas coronas de encina (3); que en los juegos del circo se llevase siempre delante su estatua de marfil; que no se hiciese flamine, ni agorero en su lugar sino del linaje de los Julios: arcos en Roma, en las riberas del Rhin y en el monte Amano de Siria, eon inscripciones de sus hazañas y cómo había muerto por la república; sepulcro en Antioquía donde fué quemado; tribunal en Epidafmo donde acabó la vida.» Sería imposible contar las estatuas que se le dedicaron y los lugares que se le establecieron para ser venerado en ellos. Y tratándose de dedicarle un escudo de oro (4) de notable grandeza entre los autores elocuentes, ordenó Tiberio que no excediese á los que de ordinario se acostumbraban dedicar á los otros, pues no era justo juzgar de la elocuencia por la fortuna, quedando harto ilustrado en esta parte sólo con ser cantado entre los antiguos escritores. El estamento de caballeros llamó Germánica á la tropa de cabaños que antes (1) Lo cual era lo mismo que poner á Germánico entre los dioses, que eran los únicos á quienes se dirigían los cantos de los sacerdotes salios.

(2) Honor insigne que sólo se había otorgado á César y á Marcelo, al primero en vida y á éste después de su muerte.

(3) Era la corona cívica que había sido en otro tiempo dada & Augusto.

(4) En el cual se esculpían los bustos de los personajes ilustres, y que se colgaba en la sala del senado.