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XII ya en los pacientes esfuerzos del talento político ó militar, como Tucídides y Polibio; ya en el profundo, nunca superado y pacientísimo análisis del corazón humano, que hace Tácito sin aparentar que lo hace ni disertar en forma, sino penetrando y escudriñando los tenebrosos senos de la cenciencia del malvado, de suerte que ningún hecho quede sin explicación; porque los malvados de Tácito no son abstracciones ni entes de razón ó maniquíes de paja, como los que entonces y siempre han servido de blanco á las diatribas de los retóricos contra la corrupción y la tiranía, sino hombres de carne y hueso, que nos parece que viven y se mueven á nuestros ojos, con las mismas pasiones y odios, altiveces y descaecimientos que mostraron en vida. Los modernos tienen la deplorable manía de sacrificar en sus pedantescas síntesis los hombres á las ideas, privando así á la historia de toda animación y de su más fructuosa enseñanza. Juzgaban los antiguos, por el contrario, que si la idea era materia propia del filósofo, el hombre debía ser el principal estudio del historiador. Si en este poder de individualizar y humanizar tiene Tácito algún rival, es sólo Shakspeare.

Los caracteres y las descripciones hacen de los libros de Tácito poemas épicos y novelas de extraordinaria belleza. Y no es porq se detenga con fruición de artista de decadencia en menudos pormenores, sino porque nadie ha poseido