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Los anales.—Libro II.

Concurrían los centuriones, mostrándole la prontitud con que deseaban obedecerle las legiones y exhortándole á volver al gobierno de la provincia, quitada injustamente y no ocupada hasta entonces por alguno. Con esto, pidiendo consejo sobre lo que era bien hacer en aquel caso, su hijo Marco Pisón fué de parecer que debía ir luego á Roma, diciendo: «que no se había hecho hasta entoces cosa que no se pudiese justificar; que no se debía hacer caso de flacas sospechas, ni de la vanidad de la fama; que la discordia que había tenido con Germánico, por ventura podía ser digna de odio, pero no de castigo; que el dejarse quitar la provincia bastaría por satisfacción á sus enemigos; donde volviendo á ella con la resistencia de Sencio, era dar principio á una guerra civil; que no perseverarían en su parcialidad los centuriones y soldados, en quien estaba fresca la memoria de su general; antes era de creer que prevalecería siempre en ellos el entrañable y envejecido amor para con los césares»».

LOS ANALES.—LIBRO II.

Discurrió en contrario Domicio Celere, intimo amigo de Pisón, diciendo: «que se debía servir del buen suceso. Que á él y no á Sencio se había consignado el gobierno de Siria. A Pisón se habían dadó los fasces, la autoridad de pretor y las legiones. Si sucede, decía él, algún insulto, ¿quién más justamente puede oponerse con las armas que el que tiene la autoridad del legado y las propias comisiones del príncipe?» Añadía aque era bien dar tiempo á que se fuesen desvaneciendo las nuevas; que á las veces aun apenas los inocentes pueden resistir á los recientes odios.

Mas que teniendo el ejército y aumentando las fuerzas, muchas cosas, que no era posible prevenirlas, tendrían mejor salida; si no es que queramos, decía él, solicitar nuestra llegada á Roma para entrar con las cenizas de Germánico, y que el llanto de Agripina y el ignorante vulgo te arrebaten al primer rumor, sin admitirte defensa ni disculpa. Tienes de tu parte la conciencia de Augusta y el favor