Página:Los Anales de Cayo Cornelio Tácito. Tomo I (1890).pdf/137

Esta página no ha sido corregida
119
Los anales.—Libro II.

para que, vuelta á Roma, no irritase á los más poderosos con la emulación de la grandeza. Estas pa'abras habló en público y otras algunas en secreto, por las cuales se creyó que temía de Tiberio. Poco después rindió el espíritu con llanto universal de la provincia y de los pueblos vecinos.

Doliéronse los reyes y las naciones extranjeras: tanta era la afabilidad que usaba con los amigos, y la mansedumbre y benignidad con los enemigos: venerable igualmente á los que le veían y á los que le ofan: habiendo sostenido, ajeno de envidia y de arrogancia, la grandeza y gravedad de tan alta fortuna.

Sus funerallas, aunque sin estatuas y sin pompa, fueron harto célebres por sus loores y por la memoria de sus virtudes. Había quien por la belleza del cuerpo, por la edad, por la calidad de la muerte, y, finalmente, por la vecindad de los lugares donde murieron, igualaba sus hados con los del Magno Alejandro: ambos de hermoso aspecto, de nobilísimo linaje, de poco más de treinta años, muertos por asechanzas de los suyos entre gentes extranjeras. Mas que Germánico, además de las perfecciones de Alejandro, se mostraba apacible con los amigos, moderado en los deleites, contento con sola una mujer y cierto de sus hijos: ninguno le confesaba por menor guerrero, y todos le juzgaban por menos temerario, afirmando que le habían quitado como de las manos la honra de haber sujetado á toda Germania amedrentada ya por él con tantas victorias: que si hubiera sido árbitro de las cosas y tenido al fin el nombre y autoridad de rey, tanto más seguramente hubiera alcanzado la gloria de las armas, cuanto le llevaba ventaja en la clemencia, en la templanza y en las demás virtudes. Antes que se quemase el cuerpo, puesto desnudo en la plaza de Antioquía, donde se había de enterrar, no se acabó de declarar que mostrase señal de veneno (1), juzgando cada uno con(1) Suetonio, (al 1, y Plinio. XI, 71, refieren que al recoger