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Los anales.—Libro II.

como decía, los conciertos, preparó un banquete, en el cual, pasada buena parte de la noche bebiendo y en otros regocijos, acometió al incauto Coti y le puso en cadenas. Coti, visto el engaño, no cesaba de invocar las cosas sagradas del reino, los dioses de la común familia y las mesas del hospedaje. Apoderado así de toda la Tracia el falso tio, escribe á Tiberio que había prevenido á las asechanzas que su sobrino le aparejaba, y juntamente, so color de mover guerra á los Bastarnos y á los Escitas, se refuerza de nuevas levas de infantes y caballos.

Respondióle Tiberio con gran blandura, que no habiendo engaño, podía confiar en su inocencia; mas que ni él ni el senado debían dar tuerto ó derecho á ninguna de las partes sin conocimiento de causa; que entregase primero á Coti y después viniese á Roma, con que acabaría de quitar toda sospecha. Envió á Tracia estas cartas Latino Pando, vicepretor de Mesia, con los soldados á quien había de ser consignado Coti. Mas Rescuporis, suspenso algún tanto entre el temor y la ira, escogió antes hacerse reo de haber puesto esta maldad en ejecución, que de haberla querido ejecutar; y haciendo matar á Coti, finge y echa fama que se había muerto él mismo de su voluntad. No dejó por esto Tiberio el uso de sus caros artificios; mas muerto Pando, á quien Rescuporis tenía por declarado enemigo, envió por gobernador de Mesia á Pomponio Flaco, soldado viejo de aquella milicia, y que por tener estrecha amistad con el Reysería tanto más apto para engañarle.

Pasado á Tracia Flaco con mil promesas que hizo al Rey, aunque ya sospechoso y no ignorante de sus maldades, le persuade á entrar en los presidios romanos, donde, so color de honrarle como á rey, fué rodeado de buen número de gente, y entre ellos centuriones y os, amonestándole y persuadiéndole; y cuanto más se alejaba de su tierra, con guardia más descubierta: finalmente, conociendo su necesidad, hubo de ser llevado á Roma. Allí, acusado en el