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Los anales.—Libro II.

L08 ANALES.—LIBRO II.

107 á Julia, su postrer pario. Tocando después las últimas partes de Asia, Perinto y Bizancio, ciudades de Tracia, entró en el estrecho de la Propontide y en la boca del mar Ponto, deseoso de ver aquellos lugares antiguamente famosos, consolando entretanto las provincias maltratadas de las discordias intestinas ó agraviadas por sus propios gobernadores. Y queriendo ver á la vuelta las cosas sagradas de los Samotracios (1), y los demás lugares vencrables por la variedad de la fortuna y por nuestro origen, se lo estorbó un viento jaloque; y volviendo á costear la Asia, surgió en Colofonia por oir el oráculo de Apolo Clario. No reside allt mujer, como en Delfos, sino sacerdote de ciertos linajes particulares, lo más ordinario de Mileto, el cual, tomado el número y nombre de los consultantes, entrado en la cueva y bebida el agua de cierta fuente secreta, si bien de ordinario es hombre sin letras ó ciencia de poesía, da las respuestas en versos, formados sobre el concepto que otros tienen en la imaginación. Dijose que á Germánico, con palabras ambiguas, como suelen los oráculos, le cantó la muerte cercana y violenta.

Mas Gneo Pisón, por dar principio con tiempo á sus designios, habiendo con su pasaje soberbio atemorizado la ciudad de los Atenienses, los reprendió con duras palabras, culpando indirectamente á Germánico de que se había tratado con ellos con demasiada familiaridad, contra el decoro del nombre romano. No ya, decía él, entre los Atenienses, acabados con tantos estragos, sino entre aquella escoria de gente que acompañaron á Mitridates contra Sila y á Antonio contra Augusto; dándoles en rostro hasta con las cosas antiguas hechas desgraciadamente contra los Macedonios y con violencia contra los suyos mismos, ofendido con aquella (1) Samotracia, isla del mar Egeo, á la altura del Quersoneso de Tracia, célebre por sus misterios, más antiguos que los de Eleusis, que se creía importados de ella.