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Los anales.—Libro II.

simos montes y levantado las llanuras, vistose llamas de fuego entre las ruinas, habiendo movido á piedad particularmente la miseria cruelísima de los Sardianos, á los cuales, no sólo prometió Tiberio 250.000 ducados (10.000.000 de sextercios), mas los hizo exentos por cinco años de cuanto pagaban al erario y al fisco. Los Magnesios de Sipilio, como los segundos en el daño, lo fueron también en el remedio.

Los Temnios, Filadelfos, Egeatars, Apollonienses, llamados Mostenos y Macedonios Hircanos, los de Hierocesarea, Mirina, Cimene y Tmolo, fueron descargados de tributos por el mismo tiempo, y se envió un senador á ver las ruinas y poner remedio, eligiendo para esto á Marco Aleto de entre los que habían sido pretores, para que hallándose al gobierno de Asia un cónsul, no naciese inconveniente por emulación, como entre iguales, tal que bastase á impedir la ejecución.

Añadió César á esta magnificencia pública la liberalidad no menos grata, dando la hacienda de Emilia Musa, riquísima liberta, recaída al fisco por haber muerto sin testamento, á Emilio Lépido, de cuya casa se creía ser; y la herencia del rico Patuleyo, caballero romano, aunque el mismo César estaba instituído por heredero en parte de su hacienda, á Marco Servilio, por hallarle nombrado en el primer testamento, no sospechoso de falsedad; habiendo dicho antes que la nobleza de entrambos merecía aumento de riquezas. No aceptó jam is herencia alguna que no la hubiese merecido con amistad; de los que no conoció ó de los que en odio de otros nombraban por heredero al príncipe, no quería escuchar ni admitir cosa. Mas así como ayudaba á la pobreza honesta de los buenos, así también hizo borrar del orden senatorio, ó sufrió que de sí mismo se saliesen, á Vividio Varrón, Mario Nepote, Apio Apiano, Cornelio Sila y Quinto Vitelio (1), como pródigos y empobrecidos por sus defectos.

(1) Tio del que fué emperador.