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Los anales.—Libro XII.

bras acaso y sin fundamento, se proveyó lo mismo con decreto del senado, y mucho más favorablemente que antes lo estaba. Porque el divo Augusto permitió que se pudiesen tratar todo género de causas, conforme á las leyes, ante los del estamento de caballeros que presidiesen en Egipto, mandando que sus decretos fuesen tenidos como hechos por los magistrados romanos: por las otras provincias después, y en la misma Roma, se permitió á los del dicho estamento el conocer de muchas cosas que antiguamente solían tocar á la jurisdicción de los pretores. Mas ahora Claudio les entregó todo el poder y autoridad; sobre cuya posesión se compitió tanto en Roma con sediciones y con armas: como fué cuando á instancia de los Sempronios se pusieron los caballeros en posesión de ejercer actos judiciales, ó cuando las leyes Servilias (1) restituyeron otra vez al senado esta autoridad. Y sobre esto principalmente pelearon en los tiempos pasados Mario y Sila. Mas entonces (1) Cum Semproniis rogationibus. «Hasta el tiempo de los Gracos los jueces, dice Montesquieu (Expir. de las leyes), eran elegidos en el orden de los senadores. Tíberio (léase Cayo) alcanzó que lo fuesen de entre los caballeros, y tal era la importancia que daba el tribuno á esta reforma, que se jactaba de haber, con una sola rogación, debilitado considerablemente el orden senatorio.» Esta rogación ó ley, llamada Sempronia del nombre de la familia de su autor, era una verdadera revolución en favor del pueblo, puesto que los caballeros no formaban aún un orden distinto y se hallaban por su prestigio y sus riquezas al frente del partido popular.

«En 648, quince años después de la muerte de C. Graco, dice Burnouf, el cónsul C. Servilio ('epio creyó poner fin á los bandos que traian agitada la república y conciliar los intereses de todos, dividiendo las funciones de jueces entre los senadores y los caballeros. Mas como sucede con frecuencia cuando se pretende satisfacer exigencias encontradas, cediendo un poco á cada una de ellas, su rogación le atrajo el odio del pueblo, que dió en llamarle protector del senado, patronus senatus, quien por su parte tampoco le agradeció lo que en favor suyo creía haber hecho. Seis años después otro Servilio, el famoso Servilio Glaucia, devolvió los juicios á los caballeros, con exclusión de los senadores. En 663 el tribuno Livio Druso quiso res-