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Cayo Cornelio Tácito.

juntamente desalentada por los huertos que Asiático había comprado de Lúculo, á quien adornaba con señalada grandeza, echó de manga á Suilio para que acusase á entrambos. Añadido Sosibio, ayo dé Británico, para que con capa de celo y amor advirtiese á Claudio «de que la fuerza del oro y las riquezas en los particulares eran capitales enemigas del príncipe; que habiendo sido Asiático el principal autor de la muerte de Cayo Cézar, no había dudado de aprobarlo en el parlamento al pueblo romano, ni de pedir descubiertamente la honra de tan gran maldad; que habiendo adquirido por esto un gran renombre en la ciudad, la fama se extendía por las provincias, y él se aparejaba para ir á los ejércitos de Germania, como hombre que, habiendo nacido en Viena, apoyado de muchas y poderosas alianzas y parentelas, podía fácilmente levantar los pueblos de su nación.» Con esto C'audio, sin otras averiguaciones, despachó á Crispino, prefecto del pretorio, con una banda de soldados sueltos y diligentes, como si le enviara á reprimir los principios de una guerra; el cual, hallándolo en Baya, le prendió y trujo bien atado á Roma, donde, sin darle lugar de presentarse ante el senado, fué oído en el retrete del emperador en presencia de Mesalina.

Acusábale Suilio de haber conmovido los ánimos de la 2 de los celos y de la codicia, movida por una parte por los que tenia de l'opea, su rival en el amor del histrión Mnester, de quien estaba perdidamente enamorada, y por otra del deseo de apoderarse de los jardines de Lúculo, que poseía Asiático, supone, á fin de poder librarse de aquélla y hacerse dueña de éstos, la existencia de relaciones criminales entre Asiático y Popea, y busca acusadores para perderlos. Tal es el hecho con que principia el también mutilado libro XI, después de ese vacío de cuatro libros que debían abarcar los hechos acaecidos en el desastroso reinado del bárbaro Caligula y parte del no menos triste del débil Claudio, en el espacio de diez años, objeto de grave dolor para las letras, y sobre todo para la historia, condenada á ignorar, acaso para siempre, cómo habia pintado y juzgado Tácito al odioso hijo del más querido de los césares, Germánico, y al flojo y confiado esposo de Mesalina.