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Cayo Cornelio Tácito.

estas razones, escribió á Eunón «que Mitridates verdademente merecía tal castigo, que pudiese servir de ejemplo á los demás, y que no le faltaban fuerzas para dársele; mas que los antiguos Romanos se habían preciado siempre de ser tan fieros y rigurosos contra los enemigos, cuanto benignos y fáciles con los que se ponían humildes en sus manos, y que los triunfos no se alcanzaban sino después de haber sojuzgado pueblos y reinos enteros.» En recibiendo esta carta fué entregado á los nuestros Mitridates y llevado á Roma por Junio Silón, procurador de Ponto. Dijose que habló Mitridates á César con mayor libertad de lo que pedía su fortuna. Y el vulgo engrandeció sus palabras, afirmando que fueron éstas: «No pienses, oh César, que he sido yo enviado á tu presencia; de mi voluntad vengo, y si no lo crees, suéltame y venme á buscar.» La misma entereza mostró en el aspecto, sin dar algunas señales de temor mientras rodeado de guardas fué mostrado pro rostris al pueblo. A Silón se dieron por decreto las insignias consulares, y á Aquila las pretorias.

En este mismo consulado Agripina, tenaz en el aborrecimiento, y enemiga mortal de Lolia por haber competido con ella en el casamiento del príncipe, inventa delitos, y halla acusador que la culpe de haber consultado con Caldeos y Magos, y de haber interrogado al simulacro de Apolo Clario sobre el matrimonio con el emperador. Con esto Claudio, sin oir á la culpada, después de haber dicho en el senado muchas cosas de su nobleza, y como era hija de una hermana de Lucio Volusio y bisnieta de un hermano de Cota Mesalino, que había sido casada con Memmio Regulo, callando de industria su casamiento con Cayo César, añadió que los consejos y designios de aquella mujer eran perniciosos á la república, y que así, conviniendo el apartar de ella toda ocasión de maldad, convenía también confiscar los bienes á Lolia y desterrarla de Italia. Con que de todas sus inmensas riquezas no se le dejó más que por valor de