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Cayo Cornelio Tácito.

esto con el divo Augusto, y contando comb le pidieron también rey, sin hacer mención de Tiberio, puesto que, como dicho es, les envió á Frahates. Añadió por instrucción y avisó á Meherdates (hallábase allí presente) «que no imaginase que iba en calidad de señor á mandar á esclavos, sino en la de gobernador å regir ciudadanos; que usase clemencia y justicia, virtudes cuanto menos conocidas de los bárbaros, tanto más aparejadas á ser sufridas por ellos.» Volviéndose después á los embajadores, celebra las alabanzas del mozo, llamándole «alumno y crianza de la ciudad, y en particular su probada modestia; mas que con todo eso les convenía sufrir el natural y condición de los reyes, no menos que el irse á la mano en mandarlos; que el imperio romano había llegado á tanta grandeza y á tal colmo de gloria, que hasta en las naciones extranjeras deseaba quietud.» Mandó después á Cayo Casio (1), que gobernaba á Siria, que acompañase al joven hasta la ribera del Eufrates.

Era Casio el más célebre jurisperito de aquella edad, y si bien (cuando falta por el ocio la disciplina militar) la paz no diferencia á los negligentes de los solícitos, todavía en la manera posible, no habiendo guerra, procuraba instituir la costumbre antigua, ejercitando las legiones con el mismo cuidado y vigilancia que si tuviera el enemigo á la frente; juzgando convenir así á la fama de sus mayores y del linaje de los Casios, celebrado también entre aquellas naciones.

Convocados, pues, por Casio todos los que habían sido de parecer de pedir de Roma el rey, alojó su campo en Zeugma, que es la parte por donde el río se puede pasar más fácilmente. Casio, viendo que habían llegado ya los nobles Partos y Acbaro, rey de los Arabes, advirtió á Meherdates que el ímpetu ardiente de los bárbaros suele entibiarse con (1) Uno de los asesinos de César, el cual había defendido la Siria contra los Partos después de la derrota de Craso, de quien había sido cuestor.