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Los anales.—Libro XI.

puertas del impetu de la gente, comparecieron el tribuno y el liberto, aquél con silencio, y éste injuriando á Mesalina con vituperios serviles.

Conoció á este punto ella el estado de sus cosas, y tomando el puñal, mientras se toca levemente con él la garganta y el pecho, sin ánimo ni fuerzas para herirse, la atraviesa el tribuno de una estocada. Hecho esto, se concedió el cuerpo á su madre. Estaba todavía en la mesa Claudio, cuando fué avisado que Mesalina era muerta, sin declarar si había sido por su mano propia ó por ajena; ni él cuidó de preguntarlo; antes pidió de beber y pasó adelante con la solemnidad del banquete. Ni en los días siguientes dió señal ninguna de odio, de alegría, de ira ó de tristeza, ni de algún otro afecto humano; ni cuando veía alegres á los acusadores, ni menos cuando se le presentaban tristes y llorosos sus hijos. Ayudando también el senado á este sobrado olvide con decretar que se quitasen de los lugares públicos y particulares el nombre y las estatuas de Mesalina. A Narciso se dieron las insignias de que usaban los cuestores, grado, aunque honrado, harto pequeño para su grandeza; siendo el mayor privado después de Palante y de Calisto, de los cuales procedían malísimas consecuencias, no siendo castigados sus delitos.