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Los anales.—Libro XVI.

cia de su edad; pero no sobre otra cosa que sobre la salud de su cass, y si se aplacaría Nerón, ó si el Senado, en cuyas manos estaba la causa, tomaría contra él alguna terrible resolución. Traída, pues, al senado, estaban en pie los dos delante del tribunal de los cónsules; el padre á una parte, de mucha edad, y la hija menor de veinte años, viuda, sola y desamparada de su marido Anio Polión, que poco antes había side desterrado, sin osar mirar á su padre, pareciéndole haber con sus propias culpas aumentádole la carga de los peligros.

Entonces preguntándole el acusador si había vendido los atavíos y vestidos dotales y quitádose del cuello las cadenas, collares y otras joyas para juntar dineros con que poder hacer los sacrificios mágicos, ella, arrojándose primero en tierra, llorando un gran espacio sin hablar palabra, abrazando después los altares y el ara, dijo: «Yo no iavoqué jamás á ninguno de los dioses crueles, ni hice encantamientos ni conjuros, ni encaminé á otro fin mis infelices ruegos, sino á que tú, César, y vosotros, senadores, me conservaseis salvo y seguro á este mi buen padre.

Para esto, no lo niego, he dado las joyas, los vestidos y las insignias de mi nobleza, así como diera mi sangre y mi propia vida si me la pidieran. Estos, á quienes no conocí antes de ahora y cuyos nombres jamás supe, ni el arte que ejercitan, pueden decir si cuando se ofreció nombrar al príncipe traté de él sino como de uno de los demás dioses; pero nada de esto sabe mi infelice padre. Y así, si esto es al fin delito, yo sola le he cometido.

A esto tomó su padre la mano, cortándola el hilo de sus razones, y á grandes voces dijo: «Que no habiendo estado Servilia con él en la provincia, ni conocido á Plauto, ni por su poca edad podido interesarse en los delitos de su marido, no hallándose en ella otra culpa que exceso de amor, debían separarse las causas de padre é hija, fuese bueno ó malo el suceso de la que se trataba contra él.» Dichas estas