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Cayo Cornelio Tácito.

quién puede dejar de causar horror el ver tantas y tan continuas muertes de ciudadanos, aunque recibidas con constancia y valor: y por remate de ellas una paciencia tan servil como la que vamos notando, y tanta sangre derramada y perdida dentro de casa; cosas que fatigan el ánimo y le aprietan y afligen de dolor. Y no pediré otra cosa á los que llegaren á leer estos escritos, sino que no aborrezcan á los que se dejaban matar tan bajamente; porque no eran acciones suyas, sino una ira cruel de los dioses contra el imperio romano, que no pudo desfogarse de un golpe y de sola una vez, como en rotas de ejércitos ó ruinas de ciudades. Concédase esto á la descendencia de los hombres ilustres; que así como se diferencian con la solemnidad de los mortuorios y entierros de la gente común, asimismo en la relación de sus postrimerías tengan una memoria propia y particular.

Fueron hechos morir como en tropa dentro de breves días Anelo Mela, Cerial Anicio, Rufo Crispino y Cayo Petronio. Mela y Crispino eran caballeros romanos y en autoridad y riquezas iguales á cualquier senador. Crispino, que había sido prefecto del pretorio y recibido las insignias consulares, poco antes desterrado á Cerdeña por el delito de la conjuración, advertido de que estaba ya decretada su muerte, se la dió él mismo. Mela, hermano de Galión y Séneca, se había siempre abstenido de pedir oficios y honores públicos por una nueva manera de ambición, deseando ser sólo, entre los caballeros romanos, igual en poder y autoridad á los hombres consulares. Pensó también enriquecerse más presto con la procura y factoría de los negocies del príncipe, ayudando mucho al aumento de su esplendor el haber tenido por hijo á Aneo Lucano. Muerto Lucano, mientras con gran vehemencia y rigor va buscando su hacienda, provocó por acusador contra sí á Fabio Romano, uno de los amigos más íntimos de Lucano. Fingió éste que el padre y el hijo habían intervenido juntos en la