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Los anales.—Libro XVI.

Roma. Divulgada en tanto la acusación, eran tenidos Anteyo y Ostorio antes por condenados que por reos; tal, que nadie se atreviera á sellar y firmar el testamento de Anteyo si Tigelino no se encargara de la culpa en que por ello se podía incurrir; pero no se olvidó de advertirle ante todas cosas que procurase vivir lo menos que pudiese después de cerrado el testamento. Y él, habiendo tomado el veneno, enfadado de su lenta operación se apresuró la muerte cortándose las venas.

Hallábase en este tiempo Ostorio en cierta heredad suya harto apartada en los confines de Liguria, donde se envió un centurión con orden de matarle sin dilación alguna: y la causa era porque, teniendo Ostorio nombre de soldado va leroso, habiendo sido honrado en Inglaterra con una corona cívica, y siendo de gran fuerza de cuerpo y destreza en las armas, temía Nerón el ser acometido por él, si se le daba tiempo; como quien vivía siempre medroso, y más, después que se descubrió la conjuración. El centurión, pues, habiendo tomado todos los pasos de la quinta para que no se pudiese escapar, declaró á Ostorio el mandamiento imperial: el cual usó entonces contra sí mismo el valor que muchas veces había ejercitado contra los enemigos. Y porque las venas cortadas echaban de sí poca sangre, sirviéndose en aquella ocasión de la mano de un esclavo suyo, mandándole que tuviese bien firme el puñal, apretando él y llevando para si la diestra del esclavo, le fué á encontrar con la garganta, y se degolló.

Verdaderamente que aunque yo contase las guerras extranjeras y las muertes sucedidas por servicio de la república con tanta semejanza en los sucesos, no sólo me causaría á mí mismo enfado, pero daría bastante ocasión de tenerle á todos los que me escuchan. Porque no sé yo á muchas velas, con el mástil en el centro y vela latina, en vez de la cuadrada que se usaba en las demás embarcaciones.