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Los anales.—Libro XVI.

Nerón que porque merezcan ser creídos en esta parte, hallándese él con gran deseo de tener hijos y muy aficionado y rendido á su mujer. No fué quemado su cuerpo, según la costumbre romana, mas como usan los reyes extranjeros, embalsamándole con cosas olorosas (1), se puso en el sepulcro de los Julios. Hiciéronsele con todo exequias públicas, y en ellas el mismo Nerón, en la plaza llamada de los Rostros, que es donde se suelen hacer semejantes oraciones, alabó su gran hermosura, que había merecido ser madre de una niña divina, y de otros dones de fortuna en lugar de virtudes.

La muerte de Popea, que así como fué aparentemente triste y dolorosa á todos, fué asimismo alegre y regocijada á los que se acordaban de su crueldad y deshonestidad, la hizo Nerón aún más aborrecible, prohibiendo á Cayo Casio el intervenir en sus exequias, primer indicio de su ruina, que se le difirió poco tiempo. Añadido también Silano sin ninguna otra culpa, sino que Casio por antiguas riquezas y gravedad de costumbres, y Silano en claridad del linaje y modesta juventud, se aventajaban á los demás ciudadanos.

Enviando, pues, Nerón sobre esto una oración al senado, trató largamente en ella de lo mucho que convenía desarraigar á entrambos á dos de la república, imputando á Casio que entre las imágenes de sus mayores veneraba también la de Cayo Casio, á quien tenía con este título: CAPITÁN DEL BANDO, como que con aquello quisiese dar á entender que conservaba la semilla de las guerras civiles, y aspirase á introducir en la república una rebelión contra la casa de los Césares; y que por no servirse en las sediciones y discordias que pensaba mover de sola la memoria de este nombre odioso y aborrecible, había tomado por compañero á Lucio Silano, mozo de noble linaje y de ingenio arrojado y preci(1) «Aseguran personas instruídas, dice Plinio, que no produce el África en un año tantos perfumes como quemó Nerón en los funerales de su esposa Popea.....»