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Cayo Cornelio Tácito.

Mas los extranjeros de las villas y ciudades apartadas que conservan todavía aquella gravedad y antiguas costumbres de Italia, y otros que habían venido de provincias remotas con embajadas ó negocios suyos particulares y no estaban acostumbrados á tanta disolución, no podían sufrir aquella vista, ni sabían acudir á tan vergonzoso trabajo, con dar palmadas á compás; antes embarazando á los prácticos y diestros en esto, recibían muy buenos palos de los soldados, que estaban repartidos por escuadras en los asientos, con orden de no dejar pasar un solo punto con aplauso y vocería desconcertada, ó con silencio flojo y descuidado.

Es cosa muy cierta que muchos caballeros mientras hacían fuerza y procuraban salir rompiendo por la estrechura del paso y muchedumbre y apretura de gente, quedaron ahogados; y otros, continuando el estar sentados á ver las negras fiestas de día y de noche, habían salido de ellas con enfermedades incurables. Porque era mucho mayor el daño que tenían de dejar aquel espectáculo, habiendo muchas personas que en público, y más en secreto, notaban los nombres, los rostros, la alegría ó la tristeza de los que allí se hallaban, y de todo advertían á Nerón. Contra la gente de baja mano se procedía con graves y resolutos castigos; mas contra los ilustres y poderosos se disimulaba por entonces, guardando para después la ejecución de aquel aborrecimiento. Dijose que Vespasiano, porque se dejó vencer algún tanto del sueño, fué reprendido ásperamente de Febo, liberto, y acusado á César; librándole entonces con dificultad de la culpa de este delito los ruegos de muchos buenos que se interpusieron, y después de la ruina que le amenazaba la fuerza de su buena fortuna que le guardaba para mayores cosas.

Al fin de estas fiestas sucedió la muerte de Popea por un enojo casual de su marido, que estando preñada la mató de una coz. Porque no tengo por verdad que la hiciese morir con veneno, como lo escriben algunos, más por odio contra