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Los anales.—Libro XVI.

la pobreza pública. Porque Baso, habiendo cavado en su heredad y en los campos alrededor de ella, mientras afirme ser este ó aquel el lugar de la cueva prometida, siguiéndole, no solamente los soldados que le acompañaban, sino también gran cantidad de villanos que se traían para el ministerio, dejada finalmente su locura, y admirándose de que no habiéndole salido hasta entonces falsos sus sueños le burlasen en aquella ocasión, huyó de la vergüenza y del castigo que se le aparejaba con darse la muerte. Escriben algunos que fué preso y poco después libre, quitándole sus bienes en lugar de los tesoros reales que ofrecía.

Acercándose entretanto el concurso de las fiestas quinquenales, el senado, por apartar de una afrenta y vergüenza tan grande al emperador y echar un honesto velo á la bajeza de comparecer en el teatro, le ofrece sin disputa la victoria del canto y la corona de la elocuencia. Pero diciendo Nerón que no tenía necesidad de favores ni la autoridad del senado, y que quería concurrir con sus émulos sin ventaja y alcanzar la merecida loa con buena conciencia de los jueces, recita ante todas cosas sus versos en el tablado; y después, gritando el vulgo que publicase todas sus ciencias (usaron de estas mismas palabras), entra en el teatro obedeciendo y sujetándose á todas las leyes de los músicos de citara, es á saber, no sentarse aunque estuviese cansado, no limpiarse el sudor sino con el vestido que traía, no echar excremento ó superfluidad alguna por boca ó narices: finalmente, hineado de rodillas y haciendo con la mano reverencia y sumisión á la muchedumbre de gente que le escuchaba, fingía estar con gran temor esperando la sentencia de los jueces. Y la plebe romana, como acostumbrada á favorecer hasta los visajes y meneos de los histriones, le respondió con cierto estruendo músico, haciendo un sonoro y concertado aplauso. Creyérase verdaderamente que se alegraba, y por ventura era así, no por otra cosa que por injuria y afrenta pública.