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Los anales.—Libro XV.

cidos culpados en otra cosa que en la pena. Con Atilia, madre de Lucano, se disimuló sin castigarla ni absolverla.

Después de haber ejecutado todas estas cosas Nerón, y tras una oración muy larga que hizo á los soldados, dió á cada uno sesenta ducados (dos mil sestercios), y añadió que se les diese el trigo para su provisión de balde, donde antes se les solía dar á la tasa; y luego, como si hubiera de referir los sucesos que había tenido en alguna guerra, convoca el senado, y concede en él los honores triunfales á Petronio Turpilano, varón consular, á Coceyo Nerva (1), nombrado para pretor, y á Tigelino, capitán de los Pretorianos: ensalzando de tal manera á Tigelino y á Nerva, que fuera de las estatuas triunfales que se les dedicaron en el foro, hizo poner también sus imágenes en palacio. Dió las insignias consulares á Ninfidio, de quien, pues no se ha ofrecido antes ocasión, referiré algunas cosas, siquiera porque ha de ser éste también gran instrumento de los estragos y calamidades romanas. Tuvo Ninfidio por madre á una libertina, la cual entregó su cuerpo, harto dotado de hermosura, muchas veces á los libertos y esclavos de los emperadores; aunque él se alababa de que era hijo de Cayo César, ó porque acaso se le parecía, por ser alto de cuerpo y de aspecto airado y feroz, ó porque Cayo César, como amigo que era de tratar con mujeres ruines, engañase también á ésta como á otras.

Mas Nerón, después de haber hecho juntar el senado y recitado una oración en él sobre lo sucedido, dió cuenta de todo al pueblo por un edicto, é hizo escribir en los libros públicos los cargos de los condenados y sus propias confesiones. Porque de ordinario le infamaba el vulgo culpándole de que había hecho morir á muchos varones inocentes por odio ó por temor. Pero en que esta conjuración se tramó al principio, ni en que después creció y cobró (1) El mismo que fué después emperador.