cidos culpados en otra cosa que en la pena. Con Atilia, madre de Lucano, se disimuló sin castigarla ni absolverla.
Después de haber ejecutado todas estas cosas Nerón, y tras una oración muy larga que hizo á los soldados, dió á cada uno sesenta ducados (dos mil sestercios), y añadió que se les diese el trigo para su provisión de balde, donde antes se les solía dar á la tasa; y luego, como si hubiera de referir los sucesos que había tenido en alguna guerra, convoca el senado, y concede en él los honores triunfales á Petronio Turpilano, varón consular, á Coceyo Nerva (1), nombrado para pretor, y á Tigelino, capitán de los Pretorianos: ensalzando de tal manera á Tigelino y á Nerva, que fuera de las estatuas triunfales que se les dedicaron en el foro, hizo poner también sus imágenes en palacio. Dió las insignias consulares á Ninfidio, de quien, pues no se ha ofrecido antes ocasión, referiré algunas cosas, siquiera porque ha de ser éste también gran instrumento de los estragos y calamidades romanas. Tuvo Ninfidio por madre á una libertina, la cual entregó su cuerpo, harto dotado de hermosura, muchas veces á los libertos y esclavos de los emperadores; aunque él se alababa de que era hijo de Cayo César, ó porque acaso se le parecía, por ser alto de cuerpo y de aspecto airado y feroz, ó porque Cayo César, como amigo que era de tratar con mujeres ruines, engañase también á ésta como á otras.
Mas Nerón, después de haber hecho juntar el senado y recitado una oración en él sobre lo sucedido, dió cuenta de todo al pueblo por un edicto, é hizo escribir en los libros públicos los cargos de los condenados y sus propias confesiones. Porque de ordinario le infamaba el vulgo culpándole de que había hecho morir á muchos varones inocentes por odio ó por temor. Pero en que esta conjuración se tramó al principio, ni en que después creció y cobró (1) El mismo que fué después emperador.