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Los anales.—Libro XV.

tenía consigo: porque Vestino tenía sus casas muy altas y eminentes sobre la plaza y buen número de pajes hermosos y casi todos de una misma edad. Habia eumplido Vestino por aquel día con todos los negocios de su oficio de cónsul, y sin temor alguno, si ya no era que lo hacía por disimularle, celebraba un banquete, cuando entrados dentro los soldados, le dijeron que le llamaba el tribuno. Él se levanta al mismo punto de la mesa, y haciendo prevenir con gran presteza todos los aparejos necesarios para quitarse la vida, se cierra en su aposento, viene el cirujano, le cortan las venas, y estando todavía con harto vigor se hace meter en el baño, á donde sin dar alguna muestra de dolerse de sí mismo, murió zabullido en aquella agua caliente. Entretanto estuvieron rodeados de buenas guardias los convidados, y no los dejaron salir hasta que pasó gran parte de la noche, en que tuvo Nerón harta ocasión de reirse y burlarse de la alarma falsa y del miedo que habían pasado. Y después, cuando le pareció que tenían ya bien tragada la muerte, mandó que los dejasen salir, diciendo: «que harto caro les había costado el banquete consular.» Mandó después que se ejecutase la muerte de Marco Aneo Lucano; el cual, mientras le salía la sangre de las venas, cuando echó de ver que se le iban resfriando los pies y las manos y poco a poco se le retiraba el espíritu de las partes extremas, teniendo todavía caliente el pecho y sano el entendimiento, acordándose de ciertos versos compuestos por él (1) en que pintaba la muerte de un soldado herido, los recitó desde el principio y con las últimas palabras expiró.

Murieron después Seneción, Quinciano y Cevino, no conforme al regalo y vicio de su vida pasada, y tras ellos los demás conjurados, sin haber hecho ó dicho cosa digna de memoria.

(1) Sin duda son estos.

Scinditur avulsus, nec sine vulnere sanguis.