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Los anales.—Libro XV.

de él por orden de César un soldado llamado Casio, que le tenían allí para aquello como hombre de fuerzas extraordinarias, y al momento le puso en hierros.

Luego, por confesión de los mismos, fué derribado Subrio Flavio, tribuno; el cual, defendiéndose al principio con mostrar la diversidad que había de costumbres y profesiones entre él y los conjurados, y que siendo como era hombre criado entre las armas, no había de tomar por acompañados para una empresa tan grande á gente afeminada y sin armas, viéndose después apretado, tuvo por acción de gloria el confesar. Y preguntado por Nerón la causa que había tenido para olvidarse del juramento que le tenía prestado, respondió: «Teníate ya aborrecido; y advierte que mientras mereciste ser amado ninguno de tus soldados te fué más fiel que yo; pero comencé á aborrecerte desde que mataste á tu madre y á tu mujer, y te hiciste cochero, representante, y finalmente, abrasaste tu propia patria.» He referido las mismas palabras de Flavio por no haberse divulgado tanto como las de Séneca, y porque no me parecen menos dignos de ser sabidos estos conceptos de un hombre militar, llenos de gallardo espíritu, aunque declarados en estilo tosco: y es, sin duda, que no le sucedió'á Nerón cosa tan pesada en toda aquella conjuración, ni que más le ofendiese los oídos: porque aunque era pronto en cometer las maldades, no gustaba de que se las trajesen á la memoria, ni estaba acostumbrado á que se le diese en rostro con ellas. Cometióse el ejecutar el castigo de Flavio á Veyano Nigro, tribuno; el cual mandó cavar un hoyo donde meterle en cierto campo allí cercano, y viéndole Flavio, considerando que le había dejado muy estrecho y poco hondo, volviéndose á los soldados circunstantes, dijo: «ni aun esto ha sabido hacer Nigro conforme á las reglas militares. Y amo—nestándole el mismo á que extendiese animosamente el cuello para recibir el golpe, le respondió: «ojalá hirieses tú con tanto ánimo. »» Y él, todo temblando, habiéndole cortado

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